miércoles, 23 de diciembre de 2009

Rio de Janeiro

De los lugares que he podido visitar, valga la gracia de Dios, no hay ninguno como esta ciudad. Rio no se puede catalogar ni como un pedazo de cielo, pero tampoco enteramente terrenal, hay algo místico en ella. Presenciar de manera parcial o total su belleza es como descubrir un esfuerzo mancomunado entre Dios y el hombre. Por un lado, los cayos que van trazando la ruta hacia tierra, allá las playas, kilométricas, de fina arena, como si no tuviesen fin. Las montañas, que parecen como si su deseo fuese clavarse en el mar; de formas tan sorprendentes y a la vez divertidas, que no se necesita ser niño para interpretar figuras con ellas.

El hombre por su lado quiso honrar a la naturaleza creando todo un sin número de edificaciones que parecen compiten todas y cada una por ser más popular, claro, como compiten los brasileños, en equipo. Por un lado están las del Downtown que se alzan con su increíble modernidad y figuras que solo la arquitectura del nuevo siglo puede crear, por otro lado están las de Copacabana e ipanema, que invitan desde lejos a vivir una vida en el mayor relax frente a la playa, y por supuesto, no se pueden quedar las más humildes, las favelas, las que a pesar de ser pequeñas, todas unidas a un solo tono ladrillo o azul celeste son capaces de ser vistas desde el pan de azúcar.

Como bien hizo algún rey Medieval al construir su castillo al borde de la más alta colina como estrategia de defensa, de igual manera los faveleros por voluntad o por necesidad han hecho de las favelas sus castillos, y es que en efecto, ellos son los reyes, los que trazan la política de paz para los que no viven en el "Reino" y para la policía, que bien parecen militares gracias a su armamento.

Un poco más hacia el cielo se encuentra en el punto más alto posible, tocando el cielo, el Cristo redentor, impotente, majestuoso, observando desde el Corcovado a toda la ciudad, con los brazos abiertos como si estuviera diciendo: "Hijos míos, aquí estoy para ustedes", y abrazar a quien en cualquier momento y en cualquier situación decida entregarse a él.

Rio es baile, es música, alegría. De manera acertada dice una canción: "Baile la calle de noche, baile la calle de día", sin lugar a dudas, el autor se refería a esta ciudad. Al amanecer bella gente caminando hacia la playa; en la noche, bella gente caminando hacia la Disco, aunque podría ser en viceversa. Bares, restaurantes todos repletos, esa transición de playa y rumba hacen de esta ciudad un paraíso para los más aventureros, y otro aun mayor para los que gustan de contemplar chicas hermosas por montón.

Después de todo esto solo una sola cosa me puede faltar, el carnaval, pero ya será hasta febrero, nos volveremos a ver Rio, nos volveremos a ver...

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