martes, 22 de diciembre de 2009

El gigante de oriente despierta

Desde la Universidad venía escuchando, gracias a la forma más rápida de comunicación (no, no es el internet, son los chismosos y especuladores), que China experimentaba un renacer fruto de la revolución cultural y económica, y que esto era algo sin igual, que son la próxima potencia mundial, entre otras cosas. Para esto solo puedo decir, que todas las palabras se quedan cortas.

Es increíble todo lo que existe en ese inmenso país, y discúlpenme si mi mentalidad isleña es muy pequeña, pero las cosas que se ven en ese lugar no pueden ser vistas en ningún otro. Los edificios en Beijing parecieran que desafiaran las leyes de la naturaleza, con diseños que ni un creador de dibujos animados pudo haberse imaginado. La torre de CCTV, el Olympic Green con su nido de ave, su cubo de agua, la torre del comité olímpico, entre otros más, hacen creer como si uno estuviera viviendo varios años en el futuro.

Pero China no es solo cemento, varilla y cristal, es también tradición y cultura. Visitar la ciudad prohibida es como transportarse a aquellos tiempos que solo pueden presenciarse en películas, es también imaginarse al emperador con toda su corte, las batallas, el honor de los guerreros y la lealtad hacia sus gobernantes, pero también los sentimientos de odio y traición que bien existen desde el principio de la humanidad.

Y hablando sobre lealtad, es increíble como si bien la lealtad o la imposición hicieron que millares de hombres crearan a través de los años una obra tan inmensa que puede ser vista desde el espacio. Y es que no podemos esperar menos de estas personas, desde sus antepasados han estado acostumbrados a pensar en grande y a trabajar en grande. La tierra los favoreció con múltiples porciones de terreno, aguas, montañas, minerales, en resumen, con mucho de todo, incluyendo gente podría decirse. Pero esta demasía se ha convertido en el factor para imponer una cultura y unos estándares a través del globo terráqueo, ¿quién no conoce el dragón rojo? ¿O no se ha comido un Chow fan? ¿O no ha caído seducido ante la belleza de Lucy Liu? Es que son gigantes, gigantes del oriente (no solamente Jao Ming), son un pueblo de gigantes, pero no gigantes como los malévolos cíclopes de la Odisea, son gente trabajadora hasta el extremo, respetuosas, educadas, son únicas, muy lejos de ser ordinarias por más que se parezcan unas de otras, de hecho, a veces aparece una que otra china con bastantes encantos en el Mercado de la Seda.

¿Y cómo olvidar el Mercado de la Seda? en ese lugar pude descubrir algo desconocido para mí, aparte de que venden mercancía falsificada, escuché unas cuantas frases que me llamaron la atención. Frases como: "Balato balato, tu loco y tacaño" acompañadas de un apretón en el brazo, y en la peor de las suertes un pellizco, son razones suficientes pasa demostrar que las chinas son "vendedoras compulsivas".

En resumen, no hay espacio suficiente para escribir todo sobre estos gigantes, solo eso, que son gigantes. Estas cuatro páginas de esta libreta, fiel acompañante, que dedico a este país se quedan cortas, parece que no he escrito nada. Tantas cosas que vi, tantas que se quedaron por ver, es necesario parar el tiempo, porque estos dos no van a la par. Ojala algún día aprendamos de estas personas, mientras, yo le doy gracias a Dios por no dejarme cerrar los ojos para nunca más abrirlos sin ver a estos gigantes.

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